Un triste comienzo del siglo XXI

 

Javier Albert Gutiérrez, publicado en el diario INFORMACIÓN de Alicante, Opinión, página 18i, 18/09/2001

 

El siglo XX ha quedado atrás. Hoy el terrorismo es el nuevo factor de desestabilización global. La II GM inició una nueva época en que la ideología empezó a sustituir a la competencia por territorios como causa importante de conflicto. Está tendencia siguió con la Guerra fría, y, con este atentado, se está imponiendo definitivamente.

 

Me parece que el hecho de que las fuentes de energía estén en manos de teocracias medievales es un factor de desestabilización política mundial. Esto quedó demostrado con la crisis del petróleo de 1973 que precipito al planeta entero en la pobreza. El Mundo está cambiando más rápidamente que la mentalidad de los intelectuales latinos y todavía hay muchos de estos que están colgados en las consignas trasnochadas de la antigua URSS, no lo olvidemos, aliada de la causa palestina y de los sirios.

 

Si bien, el atentado contra las Torres Gemela  de Nueva York ha sido más espectacular, la subida arbitraria del precio del barril de petróleo en 1973 por parte de la OPEP, dominada en aquella época por tiranos musulmanes, causó muchos más muertos indirectos y desgracias. Los países desarrollados, que hasta entonces estaba a pleno empleo, pasaron a tener 35 millones de parados, y el Tercer mundo, excepto los países productores de petróleo, cayó en la más profunda de las miserias. Fue una crisis que duro unos veinticinco años y de la que ahora estábamos empezando a salir.

 

La base imprescindible para empezar a solucionar el problema del integrismo fundamentalista islámico y el terrorismo sería que un organismo internacional ejerciera algún tipo de control sobre los hidrocarburos y que las democracias occidentales trabajasen de forma pacífica por impulsar los sistemas democráticos en dichos países. Porque, hasta ahora, la única forma viable de progreso económico se ha  desarrollado bajo  sistemas políticos representativos.

 

Estamos metidos de lleno en una guerra de civilizaciones, como profetizó Samuel Huntington en la década de los noventa, por una lado la Civilización cristiana occidental y, por el otro, la Civilización musulmana oriental, lo que es repetir un esquema tan viejo como el mismo Mundo, pero con un poder de destrucción inmensamente superior.

 

Lo que a cualquier observador medianamente inteligente no se  le escapa es que todos los movimientos terroristas están, cada vez más, estrechamente aliados y disponen de mayores medios de destrucción y coordinación. Es cuestión de tiempo que dispongan de armas de destrucción masiva y, como hemos visto en el atentado de Manhattan, no dudarían en emplearlas.

 

Lo urgente es poner la lucha contra el terrorismo como cuestión prioritaria en la agenda política de las democracias occidentales. Una lucha, a mi entender, que tiene dos caras, una, la ideológica, que contrarreste la justificación de lo injustificable por los izquierdistas, y otra, la preventiva, a través de la coordinación de los servicios de inteligencia de dichos países.