TERRORISMO NO JUSTIFICA TERRORISMO

 

 

Javier Albert Gutiérrez, Alicante, 06/02/06

 

El terrorismo, donde gente incontrolada mata a personas inocentes, nunca es justificable. Uno de los mayores avances morales de la civilización y la democracia es que se rige por la norma de que el fin no justifica los medios. Digamos que es un progreso moral de la Edad Contemporánea sobre la Edad Moderna, donde se admitían las tesis de Maquiavelo, que, recordemos, decía que el Príncipe debe tener libertad total de actuación por el bien del pueblo. La democracia, por el contrario, consiste en ponerle límites al Estado, al Gobierno, y garantizar las libertades individuales. El terrorismo es condenado en todas las democracias como fuera de ley, por más que se invoquen los fines más justos. Gandi liberó a la India del Imperio Británico sin disparar un tiro. Y los países más avanzados en todos los órdenes del mundo son aquellos que no han sufrido revoluciones, como EEUU, el RU, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, los países escandinavos, Benelux, Japón, Corea del Norte, Taiwán, Tailandia, Mónaco, Andorra y Liechtenstein.

 

El jacobinismo con la República del Terror en Francia y el marxismo-leninismo serían el canto del cisne de la moral de Maquiavelo. Pero vemos que han fracasado en el mundo, pues la Revolución Francesa terminó con la tiranía imperialista de Napoleón, y el marxismo con el imperialismo soviético, más cruel, con más asesinatos y con peores consecuencias que el de los zares. Si queremos sacar algo en limpio de la Historia nos tenemos que fijar cuál ha sido la de aquellos países que han llegado más lejos en la dignificación de las personas. Un indicador fiable sería ver en qué países las mujeres gozan de mayor igualdad real respecto a los hombres.

 

Darle vueltas a como se inicia el conflicto árabe-israelí no ha conducido nunca a ninguna solución. Hay que ser pragmáticos. Ver cuál es la situación actual, y tratar de buscarle soluciones puntuales y muy concretas. Si no es así, nunca se solucionará la miseria de la mayoría de los palestinos, principales víctimas de sus acaudalados dirigentes y promotores. La primera resolución de la ONU estableció las fronteras entre el Estado de Israel y Palestina en un territorio que hasta entonces había estado gobernado por el Imperio Otomano y el Imperio Británico. Los que no aceptaron dicha resolución fueron los árabes, que invadieron Israel en 1948. Y lo volvieron a atacar en 1956, 67, 73 y 82, pero siempre fueron vencidos los agresores, pese a la ayuda soviética y de los demás países árabes. Resultado de esa política agresiva: 58 años de Estado palestino perdidos.

 

Si alguien tiene derechos históricos sobre esa zona son los judíos, que son los únicos que allí formaron, hace tres mil años, un Estado que duró un milenio. Después fue una zona sometida al Imperio romano, al bizantino, al árabe, al otomano y al británico. Exceptuando el periodo de independencia que alcanzó en 1099 con Godofredo de Buillón y con el Reino de Jerusalén de Balduino I y sus sucesores. Este reino fue destruido por una nueva invasión militar árabe protagonizada por Saladino I en 1187. Volvió a ser recuperado por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Federico II en 1228 y siguió independiente hasta 1291, en que definitivamente fue sometido a espada por las huestes sarracenas. El Rey Juan Carlos es el que ostenta actualmente el título de Rey de Jerusalén.

 

Todos los Estados del mundo han establecido sus fronteras mediante la guerra, hasta que ha llegado un momento en que se han estabilizado. Nadie debe seguir financiando y achuchando a los terroristas palestinos para que sigan agrediendo a la población civil israelí. Esa singladura, a estas alturas, no lleva a buen puerto. Israel es un Estado que ha convertido el desierto en un vergel, una sociedad tribal en una democracia. Un país de vanguardia en desarrollo científico y técnico. Si Israel desapareciera, como quieren los de Hamás, sus demás patrocinadores e Irán, la zona volvería a hundirse en la miseria más absoluta. Sin embargo, si lo palestinos optaran por el camino de la paz, Israel podría ser el tren que llevara el Próximo Oriente al desarrollo, a la democracia y a la equiparación con Europa.