Pienso que es
una polémica que ha sido superada por la Historia y sólo pueden sacarla a la
luz partidos que tienen como fin acabar con el Estado español o partidos que han
perdido su carisma reivindicativo y han
quedado vacíos de contenido. En la Edad Contemporánea ha habido innumerables
repúblicas que han sido dictaduras, y dictaduras de lo más sangrientas que ha
conocido la Humanidad. Pensemos en la URSS, en la República de Camboya de Pol
Pot, en la República Alemana de Hitler, en la República Popular China, en la
República de Chile de Pinochet o en la República Argentina de Videla. Se
calcula que repúblicas de este estilo han asesinado a unos cien millones de
personas en el siglo XX. Tanto en la República como en la Monarquía se pueden
dar todo tipo de regímenes. Hay repúblicas presidencialistas que se parecen más
a las monarquías electivas y donde, incluso, a un Presidente le sucede su hijo,
como en la República Comunista de Corea del Norte, o un miembro de su familia,
de su clan o de su club, como pasa en EE UU. Y hay monarquías constitucionales
donde los reyes no tienen responsabilidad política. La contradicción que se
presenta en muchas repúblicas es que hay un Jefe de Estado de derechas y un
Jefe de Gobierno de izquierdas, como ocurrió en 1999 en Francia y Portugal. O
el caso de EE UU, con un Presidente demócrata y el Congreso republicano. Estas
situaciones generan más tensiones y conflictos que equilibrio. De todas formas
cada pueblo es consecuencia de su Historia, y tan inviable sería una Monarquía
en EE UU como una República en España.
Hoy día los
Estados con una mayor cota de libertades, de democracia, de estabilidad
política, con mejores y más amplios sistemas de seguridad social, de justicia
social, de sanidad, de enseñanza, y con un mayor nivel de vida y más
progresistas son monarquías: Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica,
Luxemburgo, Mónaco, Liechtenstein, Japón, Reino Unido, Canadá, Australia y
Nueva Zelanda. Esto no es una casualidad, porque todos estos países no
sufrieron los envites ideológicos desestabilizadores de las repúblicas
revolucionarias y se mantuvieron bastante al margen de la influencia cultural
de la Revolución Francesa. En ninguno de ellos el Partido Comunista ha tenido
peso. Por lo que respecta a España, todo el mundo reconoce que el milagro de la
Transición española y el gobierno del PSOE durante tres legislaturas hubiera
sido imposible sin el amparo de la Monarquía.
Los países son fruto de su Historia, y se rigen por la razón histórica, por razones culturales, no por la razón abstracta, ni por sistemas filosóficos creados por intelectuales elucubradores. Los países que han aplicado sistemas filosóficos utópicos en la política han terminado convirtiéndose en regímenes autoritarios de terror. Hay países como el Reino Unido, Holanda y el Reino de España que han sido formados como Estados por la Monarquía, que constituye la base de su estabilidad política. Si un día estos Estados cambiaran de régimen, dejarían de existir como tales Estados y se desintegrarían en repúblicas, como ocurrió durante la I y II Repúblicas españolas, lo que seria del agrado de sus competidores y vecinos.
Respecto al
coste que implica mantener una familia real hay que decir que recientes
estudios han puesto de relieve que la institución Monárquica es mucho más
barata que una Presidencia de Estado. Hasta tal punto, que en algunos
casos solamente el coste de las
elecciones presidenciales supera el presupuesto de todo un año de una Casa
Real. En España La Moncloa, Presidencia del Gobierno, tiene un presupuesto
mayor que La Zarzuela, Jefatura de Estado. Pero aunque no fuera así, hoy día,
en que las grandes empresas se gastan tanto dinero en representación, la Casa
Real da un prestigio y caché mundial a España que es verdaderamente impagable y
que jamás podría dárselo una Presidencia de República.
El caso del
Reino de España es paradójico. La derecha española es, todavía en cierta
medida, heredera ideológica del Movimiento Nacional (Partido del general
Franco), que a su vez es heredero de Falange Española, que es republicana.
Durante la Dictadura de Franco, esa derecha criticaba por lo bajo a la
Monarquía, criticaba a don Juan, y criticaba al Príncipe Juan Carlos. Entre
otras cosas, porque no podían permitir la más mínima competencia carismática
con su general Franco. Aunque, por otro lado, los más cultos sabían que España,
a la muerte de Franco, o era Monarquía o no era. La memoria histórica de las
dos Repúblicas españolas que han existido se lo recordaba. Así es que tuvieron
que vivir durante muchos años con esa contradicción. Los comentarios que se
oyen hoy día en los círculos de derechas siguen siendo antimonárquicos, porque
no pueden evadirse de ese vicio, de esa herencia.
Cuando esta
derecha vio que los socialistas podían ganar por cuarta vez las elecciones
generales y coger la onda de una fase larga de expansión económica, se pusieron
tan nerviosos que estaban dispuestos a acabar como fuera con el Gobierno del
PSOE y con la Monarquía, si era necesario. A esa conspiración entre ciertos
sectores del poder económico, de la Iglesia, de la judicatura y de los medios de comunicación se la conoce en España
como "El Sindicato del Crimen". En dicha
conspiración estaban implicados entre otros: el Secretario del Partido Popular,
Fco. Álvarez
Cascos; el director del diario "El Mundo", Pedro J. Ramírez; Francisco Umbral,
Camilo José Cela, Antonio Herrero, locutor de la cadena de radio "La COPE",
propiedad de la Iglesia, Luís María Anson, director del diario "ABC",
y el abogado republicano de derechas Ángel García Trevijano, además de numerosos
periodistas y jueces. El caso GAL fue uno de los temas que explotaron hasta la
saciedad, aún a costa de dar oxígeno a una ETA moribunda. Cuando Luís María
Ansón vio claramente que también iban por la Monarquía, destapó todo esto en la
revista "Tiempo" y se formó un gran escándalo en la prensa española.
La gran
paradoja está en que la Monarquía en España se ha reafirmado por obra y gracia
de las clases populares, de los votantes de centroizquierda que
tradicionalmente habían sido republicanos. Por el apoyo del PSOE, que es un
partido oficial y tradicionalmente de ideología republicana. Tanto es así que
las derechas lanzaron en son de burla el chiste de que Felipe González era de
ideología "monarquicano". Y por el Partido Comunista de Santiago
Carrillo, quien aclaró públicamente varias veces que su partido acataba la
Monarquía constitucional. Felipe González, Santiago Carrillo y Adolfo Suárez
fueron tres grandes estadistas que contribuyeron decisivamente a consolidar la
Monarquía en España. La posición del Partido Comunista cambió cuando en 1988 su
Secretario General, Julio Anguita, que primero fue seminarista carmelita,
después fracasó como aspirante a la Academia Militar de Zaragoza y, finalmente,
consiguió trabajo como maestro de escuela, hizo un pacto con le Partido Popular
de José Mª Aznar, para dar el "sorpasso"
con la estrategia de "las dos
orillas" y ganar las elecciones al PSOE. El pacto lo acordaron los dos
líderes en una cena a la que los invitó el periodista del "El Mundo",
Pedro J. Ramírez, que actuó como
intermediario. De Julio Anguita dijo Santiago Carrillo que era más
joseantoniano (Jose Antonio Primo de Rivera) que comunista.
No nos tiene
que sorprender que el pueblo en el Reino de España apoye la Monarquía. Excepto
en algunos años del siglo XX, la Monarquía en España ha tenido su más firme
apoyo en el pueblo, en la burguesía y en los indígenas de las colonias. Y sus
más enconados enemigos en las élites aristocráticas, nobles o plebeyas.