Toca parlar d’històriaPublicado en CANFALI El Semanal, el 13 de julio de 2007, en la
sección Algueña, página 39. En las páginas de Algueña de este medio se publicó el pasado 6 de julio una pretendida réplica a mi columna “Símbolo o recuerdo”, que el 15 de junio escribí en el marco de mi habitual preocupación por el paisaje, en este caso paisaje urbano de Algueña, pero intentando reflejar un determinado contexto histórico para no ignorar la trascendencia de mis propuestas, ya que podía haber personas que se sintieran aludidas, y sin pretender “soplar sobre llamas pagadas”, como torticeramente se me acusa. Quiero que quede constancia de que respeto todas las opiniones, en especial la de aquellos de los que, expresamente, yo recababa su opinión en mi columna. Esas opiniones de los firmantes, aunque no estén todos, ahora ya las conocemos todos. No obstante, insisto en exigir respeto sobre mi propuesta de mantener un monumento conmemorativo de las víctimas del otoño de 1936 en otro lugar, por supuesto, que proclamando el “no a la violencia”. Eso sí, no voy a proponer un referéndum sobre la cuestión porque considero con suficiente legitimidad a nuestros gobernantes locales, recién salidos de las urnas, para que tomen la decisión que estimen más oportuna. El escrito publicado iba mucho
más allá de la réplica y como la historia es de quien la escribe, no puedo
dejar pasar a historiadores que la manipulen. Especialmente cuando se
cuestiona la legitimidad de Pero es que el escrito llegaba
a más, ninguneando la importancia de No puedo extenderme más, por lo
que para dar por zanjado el debate simplemente citar unas fuentes que
analizan lo que fue la historia de la violencia y la represión en la
retaguardia durante Los autores dicen sobre el terror rojo[1]: “La única explicación posible tiene que ver con una situación anomia,
es decir, de práctica desaparición del Estado y de su capacidad de control y
coerción, que se produjo en el verano de 1936, frente a la recomposición que
tuvo lugar a partir de la recomposición del Gobierno de Largo Caballero el 5
de septiembre de este año. Podría hablarse del efecto Queipo. Las tres
primeras semanas, a partir de julio de 1936, convirtieron un golpe de Estado
en una guerra civil de exterminio puro y duro: el rival político de febrero
de 1936 pasó a ser un enemigo a liquidar. Así lo proclamaba Queipo de Llano
todas las noches desde Radio Sevilla” “Los titulares de la prensa republicana también incidían una y otra
vez en la crueldad de los sublevados desde los primeros momentos.” “Por tanto, desde los primeros momentos, en la retaguardia republicana
se tuvo perfecta conciencia –en todo caso magnificada- de lo que estaba
ocurriendo en la zona rebelde. Y la venganza se extendió pueblo a pueblo, sin
necesidad de llamamiento alguno por parte de partidos o sindicatos”. Los llamamientos de los gobernadores civiles, que ejecutaban la
política del Gobierno, de “El problema es que el poder real del gobernador civil era
tremendamente limitado. el verdadero poder residía en los organismos
políticos en cada ciudad” |
[1] 27 líneas citadas literalmente de Ors y Santacreu del tomo 9 de la Historia del diario INFORMACION de Alicante.