La Leyenda Negra en el cuatrocientos aniversario de la muerte de Felipe II

 

Javier Albert Gutiérrez. Publicado en INFORMACIÓN de Alicante, Opinión, 05/06/98

Quizá a contracorriente quiero romper una lanza en favor de la labor civilizadora que la Monarquía Hispánica llevó a cabo en América durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

Durante el siglo XVI la Monarquía estuvo envuelta en una serie interminable de guerras con los países protestantes de Europa continental e Inglaterra. Carlos I, Felipe II y los demás austrias se vieron envueltos en ellas muy a su pesar, pues en la mayoría de los casos fueron guerras defensivas. Según el derecho de la época todos los nobles tenían la obligación y el deber ineludible de conservar lo que sus mayores les había legado y transmitir a sus descendientes intacto dicho patrimonio.

Estas guerras, como todas, tenían que justificarse con una base ideológica y, por lo tanto, las potencias enemigas utilizaron una publicística tendente a demonizar a los monarcas españoles y sus obras. De esta forma surgió la Leyenda Negra, que no fue otra cosa que la propaganda política de los Países Bajos, de Inglaterra y de Francia. Y lo que es propaganda política y, más aún, la propaganda política de guerra está enfocada exclusivamente a desprestigiar al enemigo. Para ello se utilizaba la mentira, la exageración, la deformación y demás argumentos que pueda ofrecer una demagogia carente del más mínimo sentido ético y científico.

Muchos de los argumentos que utilizaron se los ofrecieron los mismos súbditos de la Monarquía Hispánica. Como fue el caso de Fray Bartolomé de las Casas, aunque la intención de este buen fraile era muy otra: era exagerar los abusos que cometían los colonos castellanos para así arrancar de Carlos I leyes más protectoras para lo indios y pedir más visitadores que vigilasen con celo la colonización del Nuevo Mundo.

Si en las españas de aquella época no hubiera habido una libertad de expresión superior a la de las demás naciones europeas contemporáneas, estas críticas internas no hubieran tenido ocasión de manifestarse. También se utilizó las mentiras del secretario de Felipe II, Antonio Pérez, que, después de traicionar a su señor, consiguió huir y refugiarse en Francia, donde difundió una serie de bulos que más que una base real correspondía al afán de venganza contra su señor.

Dado que en Europa se libraban continuas batallas entre protestantes y católicos, aquellos también pusieron todo su empeño en desprestigiar la labor evangelizadora que la Iglesia llevaba a cabo entre los indígenas. Y también fue una critica llena de calumnias y falta de objetividad. A finales del XVIII las luchas religiosas estaban prácticamente superadas, pero entonces surgió el enfrentamiento de la Iglesia con los revolucionarios burgueses y éstos cogieron la honda de las críticas protestantes. En el siglo XX tomaron el relevo los revolucionarios obreros. Y como una de las formas de justificar los cambios drásticos pasa por buscar un enemigo al que cargarle todos los males, la historiografía obrera, marxista, siguió con la labor de los historiadores jacobinos de finales del XVIII y principios del XIX -el discurso de bienvenida al Papa de Fidel Castro es muy significativo al respecto-. Hoy día la historiografía camina por derroteros más objetivos, sobre todo en hechos que ya no tienen la misma actualidad política que los de antaño.

Vista desde la perspectiva del tercer milenio la labor que el Reino de España llevó a cabo en Las Indias se me antoja que es algo único en la historia de la Humanidad. Para hacernos una idea sólo hay que pensar que cuando los súbditos de la Monarquía Hispánica llegaron al Nuevo Mundo, éste se encontraba en la Edad de Piedra. Según zonas se encontraba de cinco a treinta mil años de distancia de la Civilización cristiana, de África y de Asia. Hoy, y gracias al quehacer durante cuatro siglos de la Corona española, no sólo se ha reducido esa distancia a cero, sino que ha superado con creces a dichos continentes. Eso está ahí, y es sencillo de ver.

Algunos dirán que si no hubiesen sido los españoles habrían sido otros. Vale, pero no. El caso es que fueron los españoles y lo demás es una incógnita. A diferencia del mundo anglosajón que repelía el contacto con el indio, los hispanos practicaron el mestizaje porque consideraban al indígena como perteneciente al mismo reino natural y espiritual. La Corona española procuró siempre la asimilación, y nunca los encerró en reservas como los norteamericanos que los dejaron sucumbir lentamente.

De todas formas, si la colonización de América la hubiesen llevado a cabo los chinos o los musulmanes, el mundo sería totalmente diferente. El Reino de España ha jugado un papel de protagonista en la historia de la Humanidad, y esto nos debería obligar a todos los españoles a ser más responsables con nuestra cultura, a mirar con más cariño nuestra Historia.