La guerra étnica de los Balcanes

 

Fco. Javier Albert Gutiérrez. Publicado en el diario INFORMACION, sección Opinión, el día 21/04/1999

Superada la crisis de principios de los años ochenta, la nueva década prometía un futuro esperanzador para Europa. El Acta Única firmada en 1987 en Maastricht abría una puerta a la esperanza de una Unión Europea más operativa en todos los niveles. Se creó el sistema Monetario Europeo (SME) en el 89, al mismo tiempo que caía el Muro de Berlín y con él se derrumbaba el bloque eslavo agresivamente antagónico al sistema de vida y la mentalidad Occidental. La unificación de Alemania en el 90 era un indicador más de que el camino quedaba franco para la construcción de una Europa cada vez más amplia y unida. Pero la Guerra del Golfo de ese mismo año fue un mal presagio para el futuro. Algo no funcionaba de la forma prevista.

En el 92 se empezaron a torcer más aún: rebrote de la crisis económica y, ante el asombro del mundo, el desencadenamiento de una guerra étnica en el corazón de la viejo Continente: la Guerra de los Balcanes. Las atrocidades que empezaron a difundirse por los medios convirtieron a Sadam Hussein en un simple aficionado de demonio. A Europa se le vio el plumero de la impotencia. Como si fuéramos adolescentes tuvo que venir el tío Bill a sacarnos las castañas del fuego. Clinton encerró a Slobodan Milosevic, Franjo Tudjman y Alija Izetbegovic en la base aérea de Wright-Patterson y les castigó a no salir hasta que llegaran a un acuerdo. Los chicos malos hicieron bien los deberes y prometieron portarse. Hoy, con el euro recién estrenado, estamos otra vez en las mismas.

¿Cuál es la causa profunda de que ocurran estas cosas en Europa? En Yugoslavia converge la codicia de tres civilizaciones: la Eslava, la Musulmana y la cristiana Occidental. ¿La III Guerra Mundial va a ser una guerra de Civilizaciones? A mí no me convencen argumentos de Jamie Shea.

Europa es un gigante económico y un enano político, como dijo Felipe González. Mientras la UE no se dote de una política exterior y de seguridad común realmente efectiva va a tener que bailar al ritmo que marque el amigo americano, y, encima, darle las gracias. Me gustaría creer que la intervención de la OTAN a favor de los musulmanes de Kosovo se debe a motivos morales y éticos, pero me temo que esa explicación no es suficiente. Ni la OTAN, ni nadie que yo sepa ha iniciado nunca una guerra por cuestiones humanitarias. Los EE UU en Chile y otros lugares hicieron más bien lo contrario. A Sadam Husein en la década de los 80 lo apoyaron cuando atacó al ayatolá Jomeini. Después lo bombardearon cuando hizo lo mismo con Jaber al Sabah de Kuwait. ¿Acaso Jaber al Sabah era mejor que Jomeini?

Los motivos de esta nueva guerra que EE UU ha abierto en el patio de atrás de Europa tienen una relación muy directa con la Guerra del Golfo Pérsico. Parece más bien la factura que tienen que pagar los cristianos a los musulmanes por lo que hicieron en Iraq; podría ser el precio de una energía barata para Occidente. No es pura casualidad que unos días antes de que empezaran los bombardeos sobre Yugoslavia los países de la OPEP llegaran a un acuerdo para reducir la producción de petróleo. Y, además, cosa insólita, lo cumplieron. Inmediatamente subió el precio del barril. No es la primera vez que se utiliza el petróleo como arma de guerra.

Dejar sin energía al enemigo es una estrategia tan antigua como el hombre. Alemania empezó a perder la II Guerra Mundial cuando los aliados asolaron sus fuentes de abastecimiento de hidrocarburos en Rumania. La crisis económica de 1973 fue provocada porque los árabes decidieron subir el precio del petróleo como represalia política para hacer entrar a EE UU, Occidente e Israel en razones, después de que Egipto, Jordania y Siria, financiados por Arabia Saudí y Kuwait, con el apoyo de la URSS, sus satélites e ideólogos y de todo el mundo musulmán fueran apaleados por cuarta vez en la Guerra del Yom Kippur.

Así es que no nos vengan con moralinas. Cuando se desencadena una guerra siempre hay toda una Historia y unos intereses detrás. Las guerras siempre han sido una inversión a largo plazo, con sus propios riesgos. Ésta no iba a ser diferente. Por lo que sí se debe pedir cuentas es por la forma chapucera e improvisada en que se está conduciendo. Hasta ahora quien mejor planificación y previsiones ha demostrado es Slobodan Milosevic.