La era digital

 

Javier Albert Gutiérrez. Publicado en el diario INFORMACIÓN de Alicante, Opinión, 20 julio 1998

La rueda del tiempo gira a una velocidad acelerada. Cuando Albert Einstein demostró en 1905 que el tiempo y el espacio no eran unidades de medida absolutas sino subjetivas, el mundo quedó perplejo y no lo comprendía. El tren fue lo que empezó a cambiar la noción de tiempo y espacio que el hombre tenía desde los tiempos más remotos, y él fue el primero que supo expresarlo científicamente. Lo que hace noventa y tres años muy pocos comprendieron, unas tres décadas atrás era totalmente inimaginable. Hoy día cualquiera comprende de forma intuitiva la relatividad de estos dos conceptos. Madrid o Valencia, por citar dos puntos cercanos a Alicante, están a mitad de distancia en tiempo y posibilidades que hace medio siglo. Cuatrocientos kilómetros eran un mundo para nuestros abuelos y una nadería para nosotros.. Y estamos hablando de tres generaciones. Ahora mismo la distancia está siendo reducida al cero absoluto. Ya estamos empezando a desplazarnos virtualmente, como ese médico que operó desde Canarias a un paciente en Barcelona.

La gente tiene que andar muy deprisa porque el mundo camina aún más rápido, aunque les dé vértigo esta constante aceleración. Ahora mismo no se puede hablar de años sino de meses. El que no se espabile y coja el tren a tiempo se va a quedar colgado en el limbo, por el contrario, los que sepan adaptarse se van a hacer de oro. Todos los que están mínimamente metidos en el soft y en el hard saben que los productos se quedan obsoletos nada más salir al mercado. A cualquier mercancía informática hay que añadirle dos guarismos para distinguir sucesivas versiones. Incluso con productos tan clásicos como una enciclopedia, la demanda obliga a la editora a ofrecer las actualizaciones mensuales gratuitas vía Internet. Y la editorial que no esté a la altura lo tiene crudo.

La luz que despejó las tinieblas medievales fue la imprenta y el papel, que puso la información al alcance de sectores sociales cada vez más amplios. Los monopolizadores de la sabiduría intentaron evitarlo por todos los medios: inquisiciones, índices prohibidos, quema de libros y de autores, censuras, etcétera, pero a la larga no pudieron evitarlo. Y la ciencia, largo tiempo estancada, renació con tanto impulso que alumbró una nueva época, una nueva vida, una nueva mentalidad. Pero lo que fue durante siglos bueno para el progreso, hoy puede ser un mal negocio. Pensemos en el servicio de Correos, algo que fue imprescindible para el siglo XIX y XX, en el XXI va a quedar arrumbado. Con el correo electrónico escribimos tranquilamente desde casa la misiva y al instante la tenemos en las antípodas. O pensemos en la tienda clásica, cada vez lo va a tener más difícil respecto a la tienda virtual, es una cuestión de costes.

El soporte electrónico está sustituyendo al soporte papel, que hoy frena el desarrollo, destruye la naturaleza y contamina el medio ambiente.. ¿Qué va a pasar con los libros? Pues lo siento por los nostálgicos. Los de literatura van a aguantar un poco más, pero para la ciencia van a ser una rémora: ocupan mucho espacio y son muy lentos para la consulta. Cualquier libro mientras se concibe, se escribe, se corrige, se ilustra, se edita y se almacena, pueden caerle encima tres o cuatro años, si el proceso ha sido ágil. Lo que significa que no van a poder competir con otro de soporte electrónico que al mismo tiempo que se elabora puede estar en manos del consumidor. Eso siempre y cuando vivamos en un sistema de libertad, de libre mercado, lo que en España todavía está por ver: los monopolios estatales están siendo sustituidos por monopolios u oligopolios privados. Aquí, en este como en otros aspectos, vamos al contrario que el mundo de vanguardia. La nefasta política de Telefónica esta poniendo a los jóvenes, a los estudiantes y a las clases menos pudientes cada vez más difícil el acceso a la información. La conexión a Internet mediante infovía va a subir un 60% aproximadamente.