Después de mi primera experiencia en Santa
Pola tenía muchas ganas de correr el siguiente Medio Maratón, y
Orihuela,
aunque que quedaba sólo a tres semanas, muy poco para mejorar
porque entre recuperación y descarga se pasaba el tiempo, fue la prueba
elegida. Estaba seguro de que iba a mejorar mi MMP, lo que no sabía era en
cuánto tiempo.
La semana previa se presentó
meteorológicamente mala ,
y el sábado la previsión era de un domingo ventoso y feo.
Mal asunto.
Algunos, ante las inclemencias del tiempo, decidieron no ir. Yo me eché
para adelante, máxime habiéndome salido en el Foro de atletismo un aliado
con experiencia, Paco, que me aseguraba que íbamos a superar los malos
augurios. Paco esbozó un plan donde tenía perfectamente precisados el
ritmo de velocidad a 6’:24’’ y los tiempos de paso por los kilómetros 5 en
32’, 10 en 1:04, 15 en 1:36 y 21 en 2:15.
El viernes me
llamaron unos amigachos y nos fuimos de juerga, y caí en la
tentación de beber unos gintonic a sabiendas de que suelen poner garrafón.
Así fue. Me desperté de madrugada con un dolor de cabeza que no remitió en
todo el día. Menos mal que el sábado por la noche me tome un Stilnox y
dormí como un tronco. Cuando sonó la música a las seis de la mañana estaba
frito y me levanté nuevo.
El viaje fue tranquilo y el Tom Tom
permite ir relajado porque avisa con antelación de los desvíos. Llegué a
Orihuela derecho y tempranito en 50 minutos, con plazas de sobra en el
parking. Me dirigí a por el dorsal y allí me encontré con algunos
corredores conocidos, con Gaspar, Paco y Angelín, con los que intercambie saludos,
pero no me quise entretener para que no me pasara como en Santa Pola que
llegué tarde, sin calentar y nervioso.
Recogí el dorsal y
me volví para donde tenía el coche, me lo coloqué y me puse a calentar
media hora con el chándal, pues hacía frío. Llegué a la salida unos diez
minutos antes y allí estaba Angelín, un corredor popular que acaba de
salir de una lesión, y nos dijo que iba a hacerla con nosotros.
Enseguida se empezó a llenar la línea de
salida y salió la carrera. Angelín me presentó a Francisco, su
amigo, y a otro más, que también era tocayo, y salimos Los Cinco Pacos
con alegría hacía nuestra meta. Los tres primeros kilómetros íbamos
rapiditos para mí, a unos 6’. Angelín, a pesar de su rodilla
en recuperación, de corazón y pulmón iba muy sobrado, haciendo
fotos para su blog a diestra y siniestra, así es que ElMurciano y yo
les dejamos ir en el kilómetro cinco. Yo sabía cuál es el coste de hacer
alegremente los primeros 10 kilómetros y veía que estaba cayendo en el
mismo error, que podía empacharme de ácido láctico.
Seguimos solos y pasamos el kilómetro 10
en el tiempo previsto en el Plan de Carrera. Se nos pusieron dos chicas
delante y Elmurciano me dijo que no perdiera de vista el culo de
los bombones, que nos llevarían a meta en el tiempo previsto, pero
yo iba ciego y no veía na. La cosa iba bien de tiempo, pero ya
empezaba a notar cansancio. Aguanté el ritmo hasta el kilómetro
13, pero a partir de ahí tuve que aflojar. Se me pasó por la mente el
abandono ,
pero Elmurciano me lo leyó en la cara y me dijo que no mirara más el
reloj. Más adelante vi como era él el que estaba pasando por un momento
difícil. Estos kilómetros intermedios son los más duros en las carreras de
fondo, porque piensas en lo que llevas y en lo que te queda todavía. En sentido contrario vi entonces pasar a
una amiga, que iba sonriendo rodeada de grandes corredores,
Andy,
que corre con la Universidad, y le di un grito de ánimo
¡¡¡Zuuuper
campeoooooona!!!
Iba ya débil por el kilómetro
14, y noté un golpe en la espalda, era mi amigo
Calamar,
también corredor de la Universidad, que se entretuvo algo con nosotros
para darnos ánimo, y lo consiguió, porque a partir de ahí empecé a renacer
.
El entrañable Andrés me tocó con
su mano mágica y me infundió
tremenda fuerza.
En el kilómetro 15 Elmurciano me dijo
que ahora empezaba nuestra carrera y en el 16 ya iba otra
vez fuerte y seguro de mí mismo, no me dolía nada y sabía que podría
aguantar trotando a ese ritmo otros diez kilómetros. Al final de la
carrera miré el reloj a hurtadillas y pensé que si no espabilábamos nos
iban a dar con
la puerta en las narices, así es que arranqué, a pesar de los gritos
de mi compañero de fatigas para que parara, y, cuando vi que quedaba sólo
un kilómetro, salí zumbando. Quería vaciarme en ese kilómetro y darlo todo
en los últimos 100 metros, porque sabía que iba justo de tiempo para poder
clasificarme.
Los árbitros veían alucinados mi
aceleración y cuando pasé la línea me pasaron el
escáner, me dieron el certificado de mi tiempo, y el más alto me
abrazó y acompañó a que recogiera la bolsa de regalo, preocupándose de que me
dieran mi talla. ¡Qué amables! Se
estuvo un rato conmigo y me dijo si necesitaba algo más. Son gestos que se
agradecen y hacen grande a una persona.
Todos tendríamos que estar satisfechos con
estos clubes como el Tragamillas
de Orihuela y con estos
Ayuntamientos
que trabajan de una forma muy efectiva por
fomentar el deporte y
la vida saludable de los ciudadanos.
Tener ciudadanos sanos y fuertes
es tener una población de calidad,
y la calidad se transmite a todo. Gracias Club Tragamillas,
gracias
Orihuela, siempre os
llevaré en mi corazón.
La organización del Medio Maratón fue perfecta, sobresaliente, desde el
primer voluntario hasta el último policía.
¡Qué buen hacer tienen los oriolanos!
538 -
Albert Gutiérrez, Javier - 16 Veterano masculino - Independiente - 2:11:24
06:13
MMP, Orihuela 2009, 02:11:24 (oficial)
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