Sadán Juseín en 1963 participó en el golpe de Estado del Partido Socialista del Renacimiento Árabe (Baaz) que derrocó al Primer Ministro de Iraq Karm Kassen. En 1968 ayudó en el golpe de Estado que proclamó Jefe de Estado a Ahmed Jasán al- Bakr. En 1969 Sadán se convirtió en vicepresidente del Consejo Revolucionario de dicho partido. En 1979, tras numerosos crímenes, muchos de los cuales cometidos personalmente por él para allanar la oposición, se proclamó Jefe de Estado de Iraq.
En el partido Baaz era temido por su crueldad y sus asesinatos a sangre fría.
En 1980 invadió Irán para hacerse con sus pozos de petróleo. La guerra duró hasta 1988, utilizó gases venenosos y murieron millones de iraníes e iraquíes.
En 1990, para quedarse con los recursos petrolíferos de Kuwait, invadió dicho país. Fue obligado a retirarse en 1991 por una coalición internacional encabezada por EEUU tras la I Guerra del Golfo. Antes de retirarse incendió los pozos de petróleo, contaminando la atmósfera del Planeta, y vertió al golfo Pérsico millones de toneladas de crudo, contaminando el océano Índico.
En los años siguientes cometió dos tremendos genocidios: gaseo al pueblo kurdo, asesinando miles de niños, mujeres y viejos, y masacró a los chiíes del sur del país. El resto de la nación vivió la paz de los cementerios. Una paz donde sus hijos se divertían asesinando opositores y violando doncellas.
Sadán Juseín es uno de los más grandes asesinos que ha conocido la Historia, comparable a Hitler, Stalin, Azaña, Mao y Pol Pot.
Este es el personaje y el modelo por el que se manifestaban el PSOE, IU y los nazionanistas en España. Aunque a sus líderes lo que verdaderamente les interesaba era desgastar el gobierno del PP, aunque fuese en contra de los intereses de España, para ocupar el poder en las elecciones de 2004.
La izquierda española de base e intelectual lo apoyó porque era socialista, como Stalin, Mao y Pol Pot. Incluso muchos izquierdistas españoles, como recordarán los lectores, se ofrecieron como escudos humanos para protegerlo.
Sadán Juseín era un peligro terrible no sólo para Oriente Próximo y Medio, sino para toda la Humanidad. Y si bien es cierto que en Iraq los terroristas siguen asesinando árabes todos los días, también lo es que el nacional socialista Hitler en sus tres primeros años de la II GM aparecía como un victorioso impune, pero acabó derrotado por las democracias en los años siguientes.
Lo grave de Zapatero no fue que retirara la ayuda humanitaria de la posguerra contra Iraq, sino como lo hizo. Fue una retirada bochornosa y cobarde, donde incumplió sistemáticamente su palabra y el compromiso del Estado español. Las tropas salieron corriendo entere los cacareos de los otros ejércitos que se quedaban haciendo frente con valentía a una crisis puntual. Incumplió los plazos que daba. Después dijo que si la ONU sacaba una nueva resolución se quedaría, y tampoco lo cumplió. Zapatero no sólo faltó a su palabra y su compromiso varias veces, sino que restó credibilidad a la España que representaba ante todo el Mundo.
El prestigio ganado por España en 30 años de ejemplar democracia, quedó por los suelos en unos días de ignominia de este Zapatero al que sólo le interesa mantenerse en el poder el máximo de tiempo posible.