El fascismo que no queremos ver

 

 

Javier Albert Gutiérrez. Alicante, 23/12/05

 

Montilla con lo del CAC se ha destapado como un imitador, con boina y alpargatas, de Goebbels. Y Maragall ha descubierto que si Mussolini con la demagogia nacionalista consiguió conquistar el poder totalitario desde dentro de la democracia antes, el método puede funcionar igual ahora.

 

Sobre el fascismo y el comunismo se han escrito muchos libros. La mayoría de ellos son farfolla. Los ingenuos creen que son términos contrapuestos, sin embargo, son la cara y la cruz de la misma moneda totalitaria. La "literatura" fascista y comunista comparten lenguaje,  léxico y métodos. Si acaso difieren en algo, es en la estética.

 

Si a los maulets que boicotearon la presentación en Lérida de la Plataforma Cívica Ciudadana de Cataluña, les cambiamos las banderas “cuatridesbarrasadas” de la estrella y el triángulo masónicos por la del pavo, y Els Segadors por el Cara al Sol, serían lo mismo, porque hacen las mismas cosas y de la misma manera.

 

Se han publicado muchos libros sobre el fascismo, sin embargo, no es más culto quien lee más, sino el que lee lo más interesante. Con los libros pasa algo parecido, los mejores no son los más largos y oscuros, sino los más precisos y claros. La verdad suele sorprendernos por su simpleza cuando la reconocemos.

 

No hay nada para desbrozar las teorías como los ejemplos. Maragall es un émulo de Mussolini, que era director de “El Socialista”, el diario oficial del Partido Socialista Italia. Digamos que fue la deriva nacionalista de su ideología socialista la que le llevó a inventar el fascismo como una ideología nueva que iba a transformar el mundo.

 

El fascismo fue una variante del socialismo, que cambió el internacionalismo por el nacionalismo y la bandera roja y algunas prendas y gestos por otros, como el puño  cerrado por la mano abierta. Mussolini, el inventor, perteneció al Partido Socialista Italiano (PSI) y Hitler al Partido Obrero Alemán al que cambió el nombre por Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP). Mussolini fue una persona mediocre en sus estudios, fue expulsado del colegio dos veces, nunca demostró gran capacidad intelectual. Hitler, fue cabo chusquero del ejercito, espía y mal pintor, y a Stalin le echaron del seminario donde estudiaba. Todos ellos eran personas fracasadas en el trabajo, mediocres en los estudios, frustradas y resentidas.

 

Lo que tenían en común estos líderes totalitarios era una tremenda verborrea innata. Charlatanería que, en un momento dado de la Historia, les pudo llevar a encandilar a las masas con una demagogia enfocada a conmover más que a convencer.

 

Los tres se inventaron un mito y un enemigo para manipular a las masas.

 

Mussolini recurrió al mito del renacimiento del Imperio Romano y al enemigo comunista.

 

Hitler al de la exaltación de la raza germánica y puso a los judíos como chivo expiatorio.

 

Lenin elaboró su discurso sobre el mito del paraíso comunista y el exterminio de la burguesía, causa de todos los males.

 

Ben Laden recurre a la recuperación del Califato y tiene como chivo a los judíos y como enemigo a los cruzados (una mezcla de Hitler y Mussolini). El islamismo es la versión árabe del nazismo.

 

Con el mito como esperanza y el enemigo como obstáculo, lograron su propósito, que era disfrutar de un poder absoluto. Pero sus pueblos tuvieron que pagar con millones de muertos sus inmaduros delirios de grandeza. Las consecuencias del  totalitarismo comunista para los rusos y su naturaleza fueron mucho peores en cantidad y cualidad que para los alemanes el nazismo y para los italianos el fascismo. Vista desde la perspectiva actual, han sido más crueles y taradoras las dictaduras comunistas que las fascistas. Es difícil que los pueblos lobotomizados por las dictaduras comunistas puedan llegar algún día a desarrollarse, mientras que Italia y Alemania son dos países desarrollados.

 

En España, durante la democracia, como podía ser de otra manera, ha nacido

 

una variante del nazismo, que es el “nazionanismo” vasco y vasca. Su mito es la raza cromañón pura.

 

Una variante del fascismo, que es el “nazionanismo” catalán. Su mito es la Corona medieval de Aragón.

 

Y una  copia retardada de ambos, que es el “nazionanismo” gallego, cuyo mito es el Reino Suevo.

 

Los tres han elegido como enemigo a España. Si a estos tres fascismos se les quitara el antiespañolismo, se quedarían desnudos, porque son culturalmente indigentes.

 

La violencia fascista de los "nazionanistas" regionales españoles necesita de la continua violencia para subsistir:

 

Derribar los toros de Osborne, reventar conferencias, boicotear profesores, apalizar periodistas, asaltar periódicos y sedes de partidos, insultar a sus líderes y agredir a sus simpatizantes, desfilar con miles de banderas propias y quemar o arrancar las de los demás, asesinar, poner bombas, el vandalismo, la destrucción del mobiliario urbano, las contramanifestaciones violentas, imponer la palabra España como tabú.

 

En fin, todo lo que vemos continuamente en los medios sensacionalistas que actúan como altavoces de toda esta pandilla de fanáticos descerebrados, que dada su baja autoestima, su insignificancia como individuos, solo se siente importantes como masa y como tribu  en contraposición y lucha contra un enemigo inventado.

 

 

Tanto los islamistas como los “nazionanistas” catalanes, los “nazionanistas” vascos y “vascas” y el gallego tienen en la ambición desmedida de ZP a un tonto útil de aliado. Lo que está por ver es si consiguen con esta fórmula simple conquistar el poder totalitario en sus regiones.