I y II Repúblicas: dos accidente mortales

                                             Javier Albert Gutiérrez. Alicante. 26/11/ 2005

 

A Pío Moa y César Vidal los viejos historiadores marxistas y sus ingenuos discípulos les llaman “revisionistas”, que era como  Lenin  y Stalin llamaban a los comunistas que discrepaban para  justificar su encarcelamiento o asesinato. Ellos, como los demás, tienen todo el derecho del mundo a exponer sus trabajos libremente, por la sencilla razón de que todavía vivimos en una democracia en la mayor parte de España. Y tienen, igualmente, derecho a dar conferencias en los foros que se les invite, sin que un grupo de adolescentes izquierdistas y “nazionanistas” se lo revienten.

 

Yo, no obstante,  discrepo de P. Moa y C. Vidal. La causa de la Guerra Civil no la tuvieron las izquierdas. Los hechos crudos y duros son los siguientes:

 

La verdadera causa de la Guerra Civil española está en la alta traición que los militares de derechas como Sanjurjo e intelectuales de la misma ideología como Ortega y Gasset le hicieron al Rey Alfonso XIII, Jefe del Estado español en aquel momento, y a la Monarquía.

 

La traición y deserción de los militares e intelectuales de derechas fue la causa de la II República, y, por lo tanto, de la Guerra Civil que se desarrollo en dicho régimen político impuesto por la fuerza de la algarada callejera.

 

La II República fue tan ilegal como la Primera, puesto que se impuso mediante un golpe de Estado revolucionario, después de un fraude electoral municipal.

 

Las dos Repúblicas terminaron en sangrientas guerras civiles por causa de los extremismos que generaron ellas dentro de sí mismas.

 

En la I República, tras la abdicación del Rey ilegítimo impuesto por el general Prim, las Cortes no fueron disueltas sino que el Senado y el Congreso se reunieron en Asamblea Nacional y proclamaron la República como nueva forma de gobierno el 11 de febrero de 1873, lo que era anticonstitucional. En los once meses que duró tuvo cuatro presidentes, Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar, al que depuso el general Pavía el 3 de enero de 1874.

 

Pi y Margall elaboró una Constitución federalista que no llegó a proclamarse, debido a la insurrección cantonalista. Los extremistas proclamaron repúblicas locales independientes. Se quemaron casas de ricos, ardieron fábricas y edificios civiles, y muchos federalistas se convirtieron al anarquismo y al marxismo revolucionario (1ª Internacional Obrera). Proclamaron la independencia los cantones de Granada, Málaga, Cádiz, Sevilla, Cataluña, Cartagena, etc..

 

  1. El cantón de Granada decretó lo siguiente:

 

  1. Una contribución ilegal de cien mil duros contra los ricos.

 

  1. Derribar todas las iglesias y fundir las campanas para acuñar moneda de bronce.

 

  1. Cesar a todas las autoridades.

 

La misma línea siguieron los demás cantones.

 

Unos cantones declaraban la guerra a otros:

 

El cantón de Cartagena, que tenía gran parte de la Armada, exigió un impuesto a Alicante, y como nuestra ciudad se negó a pagarlo la bombardeó.

 

Una muestra documental. Comunicado del pueblo de Jumilla a la Nación Murciana:

 

Jumilla desea estar en paz con todas las naciones extranjeras y, sobre todo, con la Nación Murciana, su vecina, pero si la Nación Murciana, su vecina, se atreve a desconocer su autonomía y a traspasar sus fronteras, Jumilla se defenderá, como los héroes del Dos de Mayo, y triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en sus justísimos desquites, hasta Murcia, y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra”.

 

En la industriosa Alcoy los asesinatos fueron especialmente virulentos.

 

La II República se proclamó el 14 de abril de 1931, tras unas elecciones municipales. Cuando se publicaron los resultados de Madrid y Barcelona los republicanos se echaron a la calle y actuaron con gran violencia dirigidos por agitadores socialistas, masones, anarquistas, nacionalistas y comunistas. El general Sanjurjo, Director General de la Guardia Civil, mediante un Golpe de Estado obligó a abdicar al Rey Alfonso XIII, poniéndose a las órdenes del Comité Revolucionario. El 18 de julio de 1936 estalló una rebelión contra la República, dando lugar al comienzo de una guerra civil que terminó con la derrota de la misma el 1 de abril de 1939.

 

En el primer gobierno de la II Republica, que se sepa, eran masones: 7 ministros, 15 directores generales, 5 subsecretarios, 5 embajadores y 21 generales. De los 470 diputados, 183 eran masones.

 

El anarcosindicalismo, que estuvo siempre en contra de la II República, adoptó la táctica insurreccionista y provocó huelgas y estallidos revolucionarios desde 1931 a 1933. En Zaragoza, Sevilla, Barcelona…, la FAI llevó a cabo intentos de revolución, implantando el comunismo libertario, pero el caos era tremendo, entre otras cosas, por los continuos enfrentamientos entre la CNT y la UGT,  entre la CNT y la FAI y entre el PCE y el POUM.

 

La revolución del 34 fue un hecho cierto. En Asturias, anarquistas, socialistas y comunistas adoptaron un frente común bajo el lema Unión de Hermanos Proletarios (UHP).” No aceptaron la derrota en las urnas y decidieron conquistar el poder político por la fuerza de la revolución, con un golpe de Estado popular.

 

En Mieres, 200 mineros armados se apoderaron del Ayuntamiento y de los cuarteles. El 6 de octubre se lanzaron sobre Oviedo y ocuparon las fábricas de armas de Trubia y la Vega. Se cometieron incendios, saqueos de tiendas, robos y ejecuciones de sacerdotes, burgueses y empresarios.

 

El Comité revolucionario adoptó las siguientes medidas:

 

§   §    Se proclamó la Dictadura del proletariado

§   §    Se creo el Ejercito Rojo

§   §    Servicio militar obligatorio entre 17 y 40 años

§   §    Se pidió apoyo a Rusia

 

Entre el 16 de febrero y el 15 de junio de 1936 los republicanos destruyeron y quemaron 196 iglesias, 10 periódicos y 78 centros políticos. Hubo 192 huelgas y 334 muertos. El enfrentamiento fue muy duro entre media España que se resistía a morir y la que estaba más que dispuesta –y así lo anunciaba-- a asesinarla.

 

La violencia crecía de forma imparable: en Málaga, se llegó a una verdadera guerra entre anarquistas y socialistas; los choques eran diarios entre trabajadores de la CNT y de la UGT; entre falangistas e izquierdistas; entre la Guardia Civil y los campesinos. Se atacaba a tiros a la fuerza pública.

 

En la Zona Republicana en mayo de 1937 estalló en Barcelona una cruenta guerra civil entre los anarquistas de la CNT-FAI y los trotskistas del POUM por un lado, y el PCE por el otro. El dirigente de del POUM, Andrés Nin, fue  asesinado.

 

Los republicanos, como antes habían hecho los árabes y Napoleón, incendiaron y robaron  más del 50 % del Patrimonio Artístico y Cultural de España. Los republicanos y sus hijos vivieron en el exilio del oro que robaron al Banco de España, las cuartas del mundo en aquel entonces, y de la venta de tesoros históricos y demás obras artísticas.

 

Los hechos son incontestables y demuestran que las dos nefastas y breves repúblicas que ha sufrido España fracasaron por los excesos ideológicos de unos políticos muy poco preparados y porque se mataban entre ellos mismos, luchando por el poder.